Yo sé que os encantan. Dan la medida de una casa, sólo con mirarlos ya sabes si una casa va a ser rústica, nórdica, vintage o clásica. Los bancos en las entradas son mucho más que una bienvenida, son el descanso del viajero.
En ellos nos descalzamos cuando entramos en casa y por fin nos sentimos cómodos. Y en ellos nos apoyamos para calzarnos cuando vamos a salir. El último suspiro antes de abandonar el hogar.
Para mí sería un sueño disponer del espacio suficiente para tener un banco desgastado en la entrada y poder recrear un ambiente un poco decadente, con cierta pátina de noblezas pasadas. Pero no es el caso, y aún así, no renuncio a mi banco de la entrada. Algún día lo pondré.
También están los super glamurosos. Tapizados en terciopelo con capitoné. A estos sólo los puede acompañar un imponente espejo con marco de bronce o un grandioso cuadro de un artista de renombre. Bueno, aunque estoy convencida de que se puede reproducir este aspecto con un presupuesto ajustado. Lo estoy viendo: papel pintado con una trama fina, con forma geométrica, por ejemplo. Nuestro banco aterciopelado, y presidiendo, el gran lienzo.
Es mucho más divertido decorar con un estilo personal que con uno austero y funcional, pero a veces nos tenemos que conformar con lo más fácil. Y ahí entran los nórdicos y su diseño universal. ¿Para qué queremos más?
Aún así, me sigo quedando con un estilo más personal. Os lo contaba el otro día en un post que fue como una declaración de principios, Romper las Reglas en Decoración. Para tener estilo hay que romper las reglas y puede ser tan divertido hacerlo. ¿Quién se apunta a empezar? (Por cierto, podéis acceder a todas las fotos y a sus fuentes originales en el tablero «Hallways, Stairways and Corridors» de Ebom en Pinterest.